CALLE AMAYA

La calle Amaya se encuentra entre la calle Plocia y la plaza de las Canastas. El nombre que hoy ostenta le fue impuesto en la reforma de 1855 y desde entonces no ha sufrido variación. Recuerda a una familia de este apellido, que gozó de gran consideración en Cádiz, se distinguió Bartolomé de Amaya, regidor y capitán de infantería, por su valor en el saqueo de los ingleses; lo hicieron rehén y lo llevaron a su país, volviendo a Cádiz en 1603.


 También se cree que tomó parte en el apresamiento de una galera turca en San Fernando, que había hecho prisioneros a numerosas personas de los caseríos de la Isla de León, en 1754.
La calle Amaya se llamó en 1696 “Jaime de Luna.” Después, y hasta 1855 no se le consideraba una unida; diciéndosele a una parte calle “Tercera de Manuel Henríquez” y al otro tramo “ Soto.”

CALLE ALVAREZ CABRERA (Actual Mirador)

Alvarez Cabrera.- antes calle del “Mirador” por la ventana lateral de un mirador que existe en el convento de Santa María, por lo que se le llamó con anterioridad del Mirador. En un tiempo se le denominó del Sol y también Larga. De 1649 a 1699 aparece citada como calle de los Cuarteles. En la reforma de 1855 le correspondió el nombre de “Quirós”.



D. Joaquín Eusebio Quirós, nacido en Cádiz el 14 de Agosto de 1722, fue profesor en la Orden Tercera de San Francisco, reputado por hombre sabio y notable anticuario, murió pobre y obscurecido en el año 1812. Dejó escrita varias obras, de las cuales algunas se han publicado. El día 14 de Enero de 1910, y a propuesta del Sr. Concejal D. Arturo Marenco, el municipio acordó darle el nombre del heroico militar Alvarez Cabrera. D. Venancio Alvarez Cabrera nació en Cádiz en la calle Linares (Buenos Aires), el 18 de Febrero de 1858; su abuelo D. Tomás Cabrera de Nevares, por cuyo heroico valor tanto se distinguió y parecer ser patrimonio de esta familia, cuyo apellido Cabrera se duplica por hechos meritisimos en las calles de esta ciudad.

CALLE ALONSO EL SABIO (Actual Pelota)

 Cádiz, la ciudad culta por excelencia, no pagó la deuda de gratitud que debía al más sabio de los Reyes, y al que debió su repoblación y privilegios, hasta el año 1855. En 1º de Junio de 1250 ocupó el trono de San Fernando su hijo Alfonso X el que, continuando las gloriosas tradiciones de sus antepasados, organizó sus huestes y avanzó por las provincias de Huelva y Cádiz, apoderándose, no sin lucha, de Arcos, Jerez, Medina Sidonia, Rota y Sanlucar, mientras que una escuadra, al mando de D. Juan García Villamejor, se presentó de improviso en la bahía de Cádiz, ganando para la Corona de Castilla la pobre aldea que había de ser después la floreciente ciudad de Cádiz.


No se ocultó a la clara inteligencia del sabio Rey la importancia de esta empresa, por su proximidad a Africa y su especial situación estratégica en el estrecho, apresurándose a poblarla con trescientas familias de Laredo y Santander, dándoles fueros y privilegios que acrecentarán su importancia.



Exigió en ella la antigua sede asidonense, a la que donó valiosas alhajas, que aún se conservan, y llevó su cuidado al extremo de señalar los blasones de sus dos Cabildos; la Cruz de Santiago sobre las aguas, la eclesiástico, y Hércules fenicio al secular sintetizando la historia de la ciudad, que fue fundada por los fenicios y reconquistada por la Cruz. Sus aspiraciones al imperio de Alemania, la rebeldía de sus hijos, la enemistad de la nobleza y la malquerencia del pueblo, acibararon su vida; pero ante tantas contrariedades su espíritu no se abate y su talento abarca todas las ramas del saber humano. Responde a las tendencias de la época siendo valiente, guerrero y afortunado conquistador. Poeta, deja en sus cántigas y otras composiciones muestra de la fama alcanzada entre los trovadores provenzales y árabes. La lengua Castellana y la cultura patria le deben gratitud al desterrar el uso del latín en las leyes y documentos públicos. Legislador, unifica las leyes de un país donde tantas y diferentes existían, y aplica el fuero Real. Su código, que con modestia llamó de las siete partidas, precede a todos los demás de Europa. Historiador, pretende la necesidad de conocer la historia de la humanidad y a más de la historia de España, escribe la grande y general historia. En las tablas Alfonsinas se ve al sabio astrónomo que corrige los errores a Tolomeo y Albategio. Superior a su siglo y por encima de las preocupaciones existentes, no fue comprendido por sus contemporáneos; de ahí la enemistad de su familia, el odio de la nobleza y la hostilidad de un pueblo fanático e ignorante, murió en Sevilla el mes de Abril de 1284.


Antes del acuerdo de 23 de Abril de 1855, se llamaba esta calle de la Pelota siendo su origen las casas que se edificaron al arrimo de la muralla que rodeaba a la antigua villa, esto motivó quejas, que el Rey Felipe IV no debió atender cuando las casas continuaron en el mismo sitio. En documentos del siglo XVI aparece llamada Mesón de Montesinos. En 1610 se empedró por cuenta de los vecinos y toma el nombre de calle del Juego de la Pelota. En 1615 hay acuerdo del Municipio para adquirir la finca donde estaba el juego de la pelota, que aún se menciona por los años 1809. En el balcón de la casa que era propiedad del regidor Luis de Valenzuela Marrufo, presenciaron fiesta de toros, que se hacían en la calle, el rey Felipe IV con su hermano, el infante don Carlos y el rey Sebastián de Portugal. En 1740 se dice ya de la Pelota. Así se llamaría hasta el 23 de Abril de 1855, en que oficialmente se le puso el rotulo de “Alonso el Sabio”.


CALLE ALCALÁ GALIANO:

Alcalá Galiano, de la “ Manzana” se llamó, hasta que en 1º de Septiembre de 1893 acordó el Municipio darle el nombre actual. En el año 1855, se conocía por “Pero Nuño” único Conde de Buelna, donde el doncel de D. Enrique III, valiente marino y experto diplomático, que figuró en las Cortes de 1419. No ligeros apuntes, sino extensa biografía, merecía, si este libro lo permitiese, el elocuente orador, batallador político e hijo de Cádiz D. Antonio Alcalá Galiano, hijo del valiente marino D. Dionisio Alcalá, que alcanzó gloriosa muerte en Trafalgar al mando del navío Bahama.



Nació en Cádiz el 22 de Julio de 1789, muy pequeño dio a conocer su naturalidad, talento y personalidad, componiendo unos versos a los cuatro años de edad; abandonó la carrera militar por la diplomática, y a los diecinueve años se encontraba en Madrid cuando ocurrió el alzamiento general de España contra los franceses, señalándose como defensor de la causa nacional, con sus ardientes artículos y poesías. Al volver a Cádiz, centro en aquellos días de todos los organismos de la nación, se dio a conocer como hábil periodista, empezando su carrera administrativa al ingresar en la Secretaría de Estado, pasando después a la Secretaría de la Legación de Suecia, año de 1813. Obligado por contrariedades de familia e influido por nuevas amistades, tomó parte activa en las conspiraciones de aquellos turbulentos días. Contribuyó al alzamiento del ejército en las Cabezas de San Juan, en los años 1822 y 1823, fue uno de los más fogosos radicales de la minoría. Amigo de Isturiz, Saavedra, Argüelles, y otros conspicuos políticos, también lució sus facultades oratorias en la celebre Fontana de Oro. La invasión de cien mil franceses para apoyar los derechos absolutos de Fernando VII, dio lugar a la famosa retirada de las Cortes y el Rey a través de Castilla y Andalucía.
Personificación de aquella asamblea fue Alcalá Galiano; la preside en Sevilla cuando en la memorable sesión fue suspendida la autoridad real; y fue el autor de la proposición de la incapacidad del Rey. Su pronta huida a Inglaterra en 1823, le libró de las persecuciones y de la muerte. Doce años duró su emigración. Los sucesos sangrientos ocurridos en la noche de San Daniel (10 de Abril), parte de cuyas responsabilidades le alcanzaban, su avanzada edad y la lucha con sus ideales liberales, hicieron que en el mismo Consejo de Ministros se sintiera indispuesto y falleciera al día siguiente, 11 de Abril de 1865. Hombre muy superior a los de su época, fue envidiado y combatido con saña, literato de mérito eminente, adquirió fama como polemista y orador elocuentisimo. Sus memorias, que arrojan gran luz sobre los acontecimientos políticos ocurridos a principios del siglo XIX, fueron publicado por su hijo en Febrero de 1896, formando dos tomos de regulares dimensiones. Fue condenado a muerte por presidir la Asamblea de Sevilla, en la que incapacitó a Fernando VII, tras la invasión de los Cien Mil hijos de San Luis.
Esta calle en la actualidad lleva el nombre de Corneta Soto Guerrero, por un soldado de la guarnición de Cádiz que fue el primer muerto en nuestra ciudad el 18 de Julio de 1936 perteneciente al Ejército “Nacional”.


ALAMEDA DE APODACA:

Alameda de Apodaca, recibe este nombre la parte del recinto convertida en amenos jardines, comprendida entre la calle Fermín Salvochea y la de Ustariz. Hasta el 17 de Junio de 1856 se le conocía solamente por Alameda fecha en que se le agrega el nombre de Apodaca. Varias transformaciones han sufrido este paseo, el más antiguo y uno de los más bellos de Cádiz. Antiguamente se conocían estos terreno por “Caletilla de Rota” formando parte del Campo de la Jara. Antes de existir la muralla, aunque a bastante altura sobre el nivel del mar, podía bajarse por las escabrosidades o veredas hasta la pequeña cala o caleta, donde estuvieron situados los baños del Carmen.



El origen de este paseo, según D. Adolfo de Castro, fue que en el año 1617 acordó el Ayuntamiento establecer una fuente en la plaza de la Corredera (hoy de San Juan de Dios); para abastecerla de agua fue necesario abrir unos pozos los cuales fueron cercados por un muro, y en sus inmediaciones se plantaron álamos y parras para ocio y recreo el público. Llega a tomar tal importancia este paseo que el día 26 de Diciembre de 1621 se crea el destino de Alcaide de la Jara y Guarda de la Alameda.


La primitiva alameda tenía mayor espacio o anchura por estar distantes las casa, las continuas edificaciones llevadas a cabo hicieron que fuese estrechándose las distancias, hasta que por los años 1750 a 1754 el teniente D. Juan de Villalba dedicó preferente cuidado a la formación de una nueva alameda, prohibiendo para siempre el avance o construcción de nuevas casas. Al final de los edificios y por la parte de poniente (frente a la Iglesia del Carmen) hizo trasladar la estatua y fuente de Hércules que existía en la plaza de la Corredera, formando un pequeño jardín. Este desapareció después, lo mismo que la fuente, sustituyéndola por la estatua de Lucio C. Columela, procedente de la plaza de la Constitución. Después fue quitada de este lugar y colocada en una hornacina que se le formó en el antiguo jardín de las Delicias. Carecía de valor artístico. El paseo, en principio. Lo formaban tres hileras de árboles, después se construyó el salón alto, llamado de Cristina, en honor de la Reina Gobernadora, empezando las obras en 1836, siendo Alcalde D. Ángel María Castriciones, y se terminó en 1843 por D Javier de Urrutia. En esos trabajos se ocuparon a los deportados carlistas, que habían sido recluido en nuestra ciudad; formaba un espacioso y bello salón con cuatro entradas y escalinatas de mármol; adornaban estas entradas altos pedestales, también de mármol que sustentaban estatuas de escaso mérito y valor. A cada uno de los lados existentes había dos jardines más bajos que el pavimento del paseo con cómodos asientos de mármol y glorietas circulares, desde las cuales se observaba la hermosa perspectivas del mar.


Comprendía este paseo y después de cruzar un pequeño cuadrado de pavimento asfaltado, se entraba en el salón bajo, que terminaba casi en la misma alineación de la calle Buenos Aires. Más estrecho que el anterior, se componía de dos largos jardines, encerrados en altas verjas de hierro con dos soportes de piedras, apoyados en un asiento corrido a lo largo de todo lo alto del paseo, de hermosas vistas aunque de triste aspecto.


Ambos paseos o salones, como vulgarmente se le llamaba, fueron reformados al gusto moderno entre los años 1893 a 1895, desapareciendo las verjas y asientos, quedando los jardines transformados a la inglesa.


El pequeño montículo que existe próximo a la calle Buenos Aires hasta la de Fermín Salvochea, no ha sufrido grandes variaciones a así aparece en grabados antiguos; solo fueron sustituidas las hileras de asientos de piedras con respaldos de hierro por los actuales, que fueron colocados en el año 1893.


El nombre de Apodaca se le dio a estos sitios en recuerdo y gratitud al Ilustre Almirante de la Armada D. Juan Ruiz de Apodaca y Elíseo, Conde de Venadito, título que le fue concedido por la pacificación de Nueva España (México), en donde conocido sus dotes militares y diplomáticas fue investido con el alto cargo de Virrey. Desde que tomó posesión del mismo, consiguió grandes ventajas sobre los insurrectos, no sin sostener continuo combates; a la vez y sin desatender la guerra, reorganizaba la Administración y la Hacienda, consiguiendo dejar extinguida la insurrección antes de los seis meses de su mandato.


Este distinguido marino nació en Cádiz, el 5 de Diciembre de 1753, haciendo rápida y brillante carrera que le permitió llegar en 1830 a Capitán General de la Armada. En la isla de Cuba, cuyo mando superior también desempeñó, dejó gratos recuerdos, y en su honor existe una calle llamada de Apodaca. Proclamada la Constitución en la Península en 1820, y obligando a proclamarla en México, vaticinó la perdida de las Colonias; levantado en armas el país, nuevamente se encendió la lucha, y con la traición de Iturbide y otros jefes españoles se convenció que aquella era imposible y volvió a España, donde obtuvo otros elevados cargos. En 1823 fue elegido por la ciudad de Cádiz, en unión del Marqués de Casa Irujo, para solicitar la concesión del puerto franco, lo que lograron por su prestigio e influencia, mereciendo el agradecimiento de la Ciudad. Falleció a los 81 años, el día 11 de Enero de 1835. De este elevado prócer descienden el General Auditor de Marina D. José Varcarcel y Ruiz de Apodaca, el Gobernador Civil que fue de esta provincia D. Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca, y otros distinguidos oficiales de la Marina de Guerra.


Entre los dos tramos de la Alameda se encuentra el monumento al Marqués de Comillas, que fue realizado por el escultor Antonio Parera y se costeó por una suscripción hispanoamericana. La primera piedra se colocó el 9 de Octubre de 1919 y se inauguró el 12 de Octubre de 1922. Tiene una cripta, donde estuvo instalada una biblioteca hispanoamericana y que hoy no se utiliza. Allí se colocó la estatua de Lucio Balbo que estuvo en San Antonio.


El Marqués de Comillas, Claudio López Bru, nació en Barcelona, en 1853 y fue gerente de la Compañía Trasatlántica, falleciendo en 1925.


CALLE ADOLFO DE CASTRO

Fue el que ideó y llevó a cabo la más radical transformación de la nomenclatura de las calles de esta ciudad; el que las popularizó, dando a conocer sus pequeñas historias, que también las calles, como los pueblos la tienen; el eximio historiador de Cádiz, el eminente literato, gloria de su patria, no podía ser olvidado. Dicho esto, no es extraño que nos embargue el temor de profanar con nuestra torpe pluma su memoria, empequeñeciendo sus legítimas glorias. D. Adolfo de Castro y Rossi era gaditano de abolengo; sus padres también lo fueron, nació en 6 d Septiembre de 1823, siendo bautizado en la Parroquia de San Antonio, en la cual había de anotarse su fallecimiento el 13 de Octubre de 1898. A Cádiz dedicó todo su saber y aptitudes y demuestra su amor a la ciudad natal renunciando al alto puesto que le ofrecieron en la capital de la Nación, donde su talento hubiera encontrado más ancho espacio para su desarrollo.



Gobernador Civil de esta provincia, por empeño del Sr. Vadillo, empezó su carrera administrativa en donde otros la terminan.


Sus pocos años no fueron obstáculo para desempeñar tan difícil cargo en época tan agitada como lo fue el año de 1854 y cuando afligía a la ciudad una epidemia de cólera. En Sevilla ocupa el puesto de Secretario de aquel gobierno, quedando después de gobernador interino. Al volver a Cádiz fue elegido para gobernador interino, nombrado más tarde para la tercera Alcaldía y elevado a la primera, cargo que desempeñó hasta 1850. Sus gestiones como Alcalde son dignas de loar; libró del servicio Militar a todos los quintos pobres, introdujo el adoquinado en la pavimentación de las calles, creó escuelas y empezó los trabajos para que el Ferrocarril de Madrid al Puerto de Santa María llegase hasta Cádiz, con otras reformas de reconocida utilidad para la población.


Nombrado Gobernador Civil de Huelva, la Corporación Municipal dispuso colocar su retrato en la galería de hijos ilustres de Cádiz, con una descripción honorífica, y también la acuñación de una medalla de oro con igual lema. Al cesar en Huelva es nombrado Secretario del Ayuntamiento de Cádiz, cargo que desempeñó hasta la revolución de Septiembre de 1868. Volvió a ocupar la Secretaría en 1869, año en que fue objeto de un atentado personal renunciando al poco tiempo al cargo, y terminando así su carrera administrativa. Su vida de erudito y literaria en su mayor gloria; sus profundos conocimientos revelados en sus numerosas publicaciones y el arte del buen decir, en el que superaba a los mejores prosistas castellanos, le hicieron alcanzar uno de los primeros puestos entre los escritores españoles; sus obras recibidas con avidez, no por el vulgo sino por los más profundos pensadores Al terminar las ediciones españolas sus obras eran traducidas en inglés y francés.


Sin atrevernos a emitir juicio alguno acerca de ese coloso de la literatura, cuando tantas opiniones se han publicado sobre sus méritos, nos limitaremos a dar a conocer algunas de sus obras; “Historia de los Judíos españoles” (1847), “El Buscapié” (1848) que fue motivo de enconadas polémicas; “Los protestantes españoles, poetas líricos de los siglos XVI y XVII” (1861); “La Tabayda de Estacio”, “Ernesto Renan ante la erudición sagrada y profana”; “Serena”, novela que lleva el nombre de su hija; “La cierva herida”, que superó a la “Eloísa” de Rouseau, y otras muchísimas. Sus punzantes criticas son modelo en sus calles o clases, “Carta del otro mundo y proceso del iracundo bibliotecario bibliopirata don Bartolomico Gallardete”, y el folleto “Pobrecito de mi alma”, critica de un certamen celebrado en esta ciudad.


También escribió variedad de artículos para periódicos, y fue director de “La Palma” y de “El Constitucional”. Enfermo y achacoso no dejó de trabajar hasta su muerte, el Ateneo rindió tributo al sabio gaditano, los periódicos de la región y los de Madrid le dedicaron sentidos artículos, reconociendo todos que la literatura y la Historia patria le debían inapreciables servicios constituyendo, el triunfo de la verdad, frente a inexactitudes y errores que la ignorancia y el tiempo había acreditado. Las obras de D. Adolfo de Castro, decía un periódico sevillano, son un monumento que debe conservar como sagrada reliquia el pueblo de Cádiz. A solicitud de la Asociación de la prensa gaditana, el Excmo. Ayuntamiento acordó colocar una hermosa lápida conmemorativa en la casa que falleció (calle Cervantes). El nombre de Adolfo de Castro, fue dado el 24 de Marzo de 1899, a la calle de “El Molino”. Desde antes de la invasión de los ingleses en 1596 existía en el “Camino de la Jara” un molino de viento hacia el sitio donde después se formó la calle que tratamos y cuyo frente correspondía a la calle de San Isidro, primero se llamó “La Horca de los Franceses” en una vista de Cádiz sacada en el año 1550, se halla designada con este nombre, que conservaba en 1696. En 1718 ya se llamaba de “El Molino de Viento,” y en 1796 solo con el del “El Molino”. En 1855 se le rotuló con el nombre de “Julio Cesar”.


A este molino sin duda alude la licencia, de que habla el acta capitular de 4 de Mayo de 1674, dada por el príncipe de Montesarcho, para continuar labrando en nueve sitios o suelos contiguos al molino, que años pasados había comprado al maestro de campo don Antonio de Céspedes.


Fue condecorado con las cruces de Beneficencia de primera clase y de María Victoria, siendo “ Individuo Benemérito” de la Real Academia de la lengua. Se cuenta que fue expulsado de la Biblioteca Colombiana de Sevilla, por sustraer hojas de los libros que consultaba y que entre sus excentricidades estaba el hacerse planchar diariamente su sombrero de copa cuando era Alcalde de Cádiz.


El nombre de Horca de los franceses derivó en Oca de los franceses y de ese a Oca, nombre que se le sigue dando a la plazuela que se forma en el centro de la calle. Dicha plazita, pasó a ser de dominio público al no cumplir su propietario las condiciones marcadas por el Ayuntamiento, entre ellas vallarla y dotarla de alumbrado.


En 1855 se le puso el nombre de Agripa por el General romano Marco Vespaciano Agripa, artífice principal de la victoria en la batalla naval de Accio, que fue gran benefactor de nuestra ciudad, otorgándosele el título de “Padre del Municipio” y acuñándosele con este motivo unas medallas. Después de este nombre, la plaza de la Oca tuvo el de Lola Membrives, famosa actriz, que aún ostenta en la actualidad. El Ayuntamiento en su reciente acuerdo de cambio de nombres contempla, en su segunda fase, que vuelva a llamarse plazuela de la Oca.


Adolfo de Castro y Rossi, una de las más grandes personalidades gaditanas, nació el 6 de Septiembre de 1823, falleciendo también en Cádiz el 13 de Octubre de 1898.


En el número 9 de esta calle estaba situada la Escuela Normal de Magisterio.


CALLE AHUMADA:

De la familia Ruiz de Ahumada proviene este nombre, anteriormente se llamó del “Capitán Gaspar de la Rosa” y por el año 1628, según Escalera, abrió esta calle a su coste Dª Catalina Ruiz de Ahumada, viuda de D. Juan Alvarez Carranza, Corregidor de la plaza de Ayamonte. Para otros, esta Señora costeó las obras de mejoras de la vía, que existía con anterioridad a esta fecha. En 1932 se le puso el nombre de “México,” como homenaje del Ayuntamiento a Latinoamérica, volviendo posteriormente a su nombre tradicional.


Es de creer que la calle ya estaba formada; esta señora, al labrar o mejorar las fincas que en ella poseía, solo hizo reformarla, dejándola como al presente.



En 1674 aparece como de “San Lorenzo” nombre que le fue dado por D. Lorenzo Francisco de San Millán, funcionario del Consejo de S. M. en hacienda y juez especial de la Casa de Contratación, el cual adquirió una casa al Capitán Ruiz de Ahumada. Dicho nombre de San Lorenzo no fue de dominio público, porque en 1709 aparece en distintos documentos como del Capitán Ruiz de Ahumada, de San Lorenzo y de Ahumada.


Este Capitán, de ilustre abolengo, era cordobés, murió en el año 1703, dejando una fortuna calculada en dos millones de reales, en la casa nº 13 antiguo 12 actual, a esta familia pertenecía los Duques de Ahumada, los Condes de Poblaciones, Marqueses de Camponuevo, de Monserlud, de Cansinas y del Socorro, este último título nobiliario lo llevó el general Solano. En el año 1912 el Duque de Ahumada residía en Madrid.


En el año 1932 el ayuntamiento acordó rotularla con el nombre de México.


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CALLE ABREU

A esta pequeña calle sin salida correspondió en la reforma general de los nombres de las calles y plazas y numeración nacional de sus edificios, verificada en el año 1855, el religioso franciscano hijo de Cádiz, Fraile Pedro de Abreu (a) Abrevo, hombre de no escasos méritos, que profesó a los veinte años en la religión del Patriarca de Asís.
Predicador, doctor en filosofía, comisario general y definidor de las provincias de Andalucía, se dedicó a las letras publicando varias obras, dos de ellas impresas en Cádiz en 1610 y 1617, dejando inéditas “Descripción de la antigua y noble ciudad de Cádiz” e “Historia del saqueo de Cádiz por los ingleses”.

Lo mismo que Escalera, lo damos como hijo de Cádiz, siguiendo la opinión de Cambiazo, pues si bien no llegó a publicar su biografía, lo da como tal, aunque se ignoran los fundamentos que para ello tuviera.
Fraile Pedro de Abreu, nada aclara de este particular en sus obras, en las que hablando de sí mismo, dice; que estudió en su juventud en el Convento de San Francisco de Sevilla, donde residió hasta los veinticinco años, que por espacio de veintitrés, estuvo leyendo Teología escolástica en la gran ciudad de Sevilla(1590), en la Universidad de Osuna y en otras ciudades; en 1613 visitó la provincia de Cantabria, acompañado del general de la Orden.
Su libro Saqueo de los ingleses tiene gran valor histórico, testigo presencial de aquellos sangrientos sucesos, su lectura despierta gran interés, en su narración resplandece la verdad, no muy grata para el Corregidor y personas importantes que mandaban en aquellos días, a los que amargaron tanto las revelaciones de Fraile que impidieron la publicación de la obra, como aparece en actas capitulares de 19 de Febrero de 1609. Desconocido hubiera quedado tan interesante relato si el eminente escritor D. Adolfo de Castro, no demostrara empeño en su publicación, acordándose esta en 1866, aportando el Sr. Castro interesantes documentos relativos al suceso, procedentes de manuscritos de la Biblioteca Nacional de la Real Academia de la Historia y del Archivo de la Catedral Hispalense. En el año de 1911, se publica una nueva relación de aquel suceso, tomada de la rica colección del ilustre bibliógrafo Sr. Duque de T Serclaes, al parecer desconocido del Sr. Castro. Hasta el citado año de 1855 se conocía esta calle por el nombre de “La Cabra” aparece en documentos públicos en 1856. En 1864 se conocía por” Doña Juana Nevado” posteriormente se llamó de “Cotiño” luego de “San Vicente” y después de “San Cayetano” ignorándose el origen y causas de estos cambios de nombres. Esta estrecha calle, que como hemos dicho ha carecido de salida, se proyectó dársela por el Campo del Sur.
De esta servidumbre o calle de ”Santa Ana” no hace mención ni Castro ni Escalera y, sin embargo, aparece señalada en los planos de esta ciudad, tantos antiguos como medianamente modernos. También en el plan general de alineaciones, formado por el notable arquitecto D. Francisco Ortiz de Viena, se indicaba la citada reforma. A petición de D. Diego Ojeda. En Cabildo de 1º de Febrero de 1888, se permitió la ocupación temporal de casi la mitad de la calle, abonando un canon anual, concesión ampliada en 1910, bajo iguales condiciones, para ocupar mayor extensión.
Esta calle tuvo la particularidad de que terminaba en una reja perteneciente a la fábrica de harinas “Harinera Castro S.A.” y sufriò varias aperturas, para tener acceso al Campo del Sur, dictadadas por los Ayuntamientos de 1870 y 1931..

CALLE VALVERDE

El 6 de Julio de 1871 se acordó llamar así a la calle del Beaterio, en la que falleció Valverde, fue alcalde de Cádiz, nació en Valencia en 1811. Se llamó calle del Beaterio por la fundación que a fines del siglo XVII estuvo establecida en la casa nº 3 y terminó en 1823 `por lo que también se le decía calle de las Beatas y según el padre Concepción, en la calle San Pedro y según él, esquina a la de Juan de Oñatez se estableció el Beaterio de Hermanas Terciarias de San Francisco.

El ensanche de esta calle se llamó plazuela de Orta por Don Juan Orta, regidor de 1685. Ya hemos dicho que esta calle, unida a la del Beaterio y la plazuela de Orta, llevó en 1855 el nombre de los Balbos.


En 1873 y sin comprender nosotros el motivo, fue sustituido el nombre del digno alcalde por el de Galileo, renombrado astrónomo y físico italiano.


Valverde benefició en la construcción de gran teatro y la reinstalación dela fabrica de tabacos, terminando vida, tan bien aplicada en la citada fecha de Julio día 16. La llegada del ferrocarril hasta Cádiz, el ensanche de la ciudad por extramuros reduciendo la zona de fortificación, la ampliación de la plaza de la Catedral, quitar la pescadería de la calle de la Aduana, el embellecimiento y ampliación de la casa capitular, con la apertura simultánea de la calle San Antonio Abad.


El anuncio de concurso para un teatro de primer orden y derribo de los puestos de la plaza de San Fernando, la reivindicación de la plaza de la Merced, llevando la fabrica de gas al extramuros y adquiriendo fincas para mayor capacidad de aquella, dar entrada a la ciudad por el compás de Santo Domingo abriendo dos puertas en aquella muralla, la creación de escuelas de niños, el establecimiento del instituto provincia, las mejoras del museo de pinturas y las de las plaza de Mina, de Fragela y adoquinando varias calles.


Creó las fiestas de Carnaval y fue el indicador de la velada de los Ángeles, al mejorar los festejos del Corpus, la traída de aguas del Tempul y el recibimiento de la Reina Isabel II en 1862.